Pertenecíamos a esa minoría que le daba mayor peso  a las palabras que a las acciones, quizá porque somos más thinkers que doers o tal vez porque somos oradores y apreciamos un buen discurso, el uso correcto de la retórica y la elocuencia.

A veces creo que simplemente es porque en el fondo somos unos románticos.

Se siente como si fuera hace millones de años luz la última vez que hablamos. No hace falta mucho para traer esos recuerdos al presente otra vez. El sol brillando y el sonido de aquella fuente, eran como hace años los intrusos de muchas mañanas que venían a  interrumpir mi sueño. 

Esa vez hablamos de todo; del desayuno, de la noche anterior, de libro que querías leer, de mi nuevo corte de cabello... pudimos seguir una eternidad así, pero nos aferramos a que  tenía que ser como cualquier mañana sin despedidas dramáticas de por medio, como si  nos volviéramos a ver en la noche.

En mi mente tu voz suena lejana, ni siquiera estoy realmente segura que sea tuya. Quisiera quedarme con la duda.

Nos hemos visto. Te he notado porque sigues siendo mi tipo y me da un poco de alegría saber que después de muchos años yo te volvería a elegir.

Decidiste que sería sumamente descortés fingir y hacerte el desentendido, basto sólo una mirada de reconocimiento para que supieras que eras bienvenido para acercarte. ¿Alguna vez te dije que me encantaban tus modales? 

Te acercas tan cautelosamente, dándome espacio para que si decido huir lo haga, por supuesto sabes que quiero correr. Seguramente estás deseando que lo haga. 

Pocas veces soy valiente, pero una parte de mi necesitaba comprobar que ya nada sería lo mismo, sólo así podría seguir con mi vida tal cual.

-Hablemos del clima- casi ordene, pero tú sabías que era un ruego.

Siempre identificaste mis tonos y matices. Fue un respiro saber que al menos eso no se había perdido.

Sé que fue recurso tan desesperado y en cuanto lo dije me arrepentí, pues ni si quiera hablar del clima era un tema seguro.  

¿Sigues odiando los días soleados?-Preguntaste  y yo también identifiqué tu tono.

Entendí que no era que no quisieras hablar, al igual que yo tenías miedo de que sea lo que sea que hablemos no fuera lo mismo, de haber perdido ese algo especial que teníamos.

-Aún no me gustan los días soleados- Me preocupo por un momento tu pregunta tan directa, nunca limitabas la conversación. 

-Se cree que por salir el sol y que haga un poco de calor la gente debe de estar de buen humor o por que el cielo este cubierto de nubes grises debes de estar nostálgico o triste. Pobre clima, mira que cargar con la responsabilidad del estado de animo de las personas- Hablaste con prudencia

-Mucha gente me tacha de amargada solo por mis preferencias climáticas.  Antes solían decirme "Es un día grandioso deberías salir a disfrutar y no quedarte encerrada leyendo" No entendían ni entienden por que me gusta el frío y la lluvia, los tonos grises y blancos. No pueden imaginarse la paz y ni todos esos buenos momentos que mi mente decide evocar cada que el clima esta así.

Yo también fui prudente, pero quise añadir que  a ti nunca tuve que explicarte porque me gustaban los días lluviosos o el frío, sobre todo el frío, ese que hace enrojecer mis mejillas y nariz, que tirite abrazándome a mi misma.