Estoy evadiendo, lo sé. Ahora necesito concentrarme en todas aquellas cosas que puedo resolver.

Somos un desastre, yo soy un desastre, de esos que no se notan a simple vista, soy como esa habitación que aparenta estar perfectamente ordenada hasta que abres el armario y todo se te viene en cima.

Hablando de armarios, tu armario fue el primer vacío que quise llenar; no por nada en especial, simple practicidad, ahora, el árbol de navidad, ese que nos daba un susto de muerte cada que se caía su caja, por fin dejo de estar intinerante por cada esquina de la casa.  Creo que estaba esperando tu partida para acomodarse.

Después no supe que hacer ni por donde empezar, había tantos vacíos imperceptibles para cualquiera menos para mi, que estaba segura que nunca volvería sentirme segura dentro de estas paredes, no cuando esto parece una caja de cartón agujerada.

Pase a los marcos de fotos. No sé porque te llevaste cada foto sin los marcos y dejaste las imágenes que vienen cuando son nuevos, no tienen sentido, es como si vivieran diez personas diferentes en este lugar. Les he dado oportunidad, incluso les puse nombre y pensé en la historia detrás de cada foto, pero no olvido que antes en su lugar había historias reales y felices y su vacío duele más que nunca. Decido que no quiero marcos y todos van a la basura.

El librero hecho a medida debí dejarlo hasta el final, pero creo que es el lugar más fácil para llenar, sólo tengo que recorrer toda la casa y llevar los libros que no tenían lugar a donde pertenecen, no digo que no extrañaré tus libros, pero esos los puedo conseguir si un día me entra la nostalgia.

En conclusión, esta casa me quedo grande y el corazón pequeño.

Pero hay otros vacíos, unos intangibles que existían desde antes de que tú te fueras, pero que ahora se hacen más presentes, que se ven como un libro al que ya se puso punto y final pero que por alguna extraña razón siento como si debiera rayar con trazos incomprensibles todas las hojas que quedaron por escribir, llenar vacíos.