"No estás lista" es lo primero que te dices a ti misma en cuanto lo ves. Te conoces y sabes que podrÃas enamorarte fácilmente de él. Acabas de terminar una relación bastante traumática y no es que aún sigas amándolo. No, es que quizá ya no confÃes tanto en ti y en tu buen juicio, no quieres echarlo a perder porque el tipo parece un buen tipo y es amigo de tus amigas y no quieres complicarte la vida tan pronto otra vez.
Acudiste a la cita a ciegas porque te pareció un buen pretexto para salir de esa cama y arreglarte por primera vez en el mes.
La cita va por buen camino, es como si se conocieran de toda la vida y tuvieran los mismos intereses, la plática se da tan fácil que da gusto.
Es guapo, pero no de los guapos que te quitan el aliento y que jamás te cansas de verlo, sino es guapo a su forma, de repente cuando sonrÃe y entrecierra los ojos o cuando mira hacia otro lado es cuando sientes que te quedas sin aliento.
Es considerado y se nota que quiere conocerte, hace preguntas pero no es indiscreto y te da la confianza para que tú también lo hagas. Él lleva la voz cantante, pero no intenta intimidarte. Te la estás pasando tan bien que no quieres que la cita acabe.
Te dice que te va a llamar y lo hace, no se hace el interesante y cumple sus promesas, punto a su favor.
De pronto no sabes cómo, terminas teniendo una plática profunda, hablando de cosas que ni siquiera hablas contigo misma, él lo sabe y aprecia que te hayas abierto, el también hace lo suyo. Ni siquiera te dio tiempo de sentir miedo porque él ya te estaba tranquilizando.
Nunca habÃas conocido a alguien tan transparente y eso te gusta, él habla acerca de lo que opina de ti, de lo quiere de ti. Y no puedes creer que alguien como él pueda fijarse en ti.
Le gustas, pero quiere tomarse las cosas con calma y no puedes estar más de acuerdo con él. Acuerdan la siguiente cita.
Estás nerviosa y él también, pero conforme pasa el tiempo, empiezan a sentirse más cómodos. Ese dÃa deciden que saldrán, todavÃa no formalmente pero lo intentarán.
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