Con olor a recuerdos.

21:12


 Algo en tu pecho de pronto despertó,  así tan natural como desconcertante. Intentas no moverte, pues estas dentro de un pequeño elevador y  podrías  molestar a los demás, pero no puedes reprimir esa sensación inquietante, así que te mueves como si quisieras que todo volviera a su lugar.

Tu memoria. Si,  tu tan preciada memoria que nunca te ha fallado se manifiesta y parece que no pudieras controlarla, simplemente no puedes. 

Primero es tu memoria olfativa que no ha olvidado esa deliciosa mezcla de aromas que puedes enumerar a la perfección; tabaco, el olor a caoba que queda en los trajes después de permanecer un tiempo en el armario,  menta y el caro perfume del que nunca pudiste aprenderte el nombre.  Una mezcla sin nada fuera de lo extraordinario es la encargada de llevarte  a él.

Quizá no sea especial y millones de personas en el mundo tengan ese aroma pero tú sólo puedes asociarlo con él, porque ese aroma es como él, imponente, fuerte, sobresaliendo más allá que cualquier otro, tortuoso por todo lo que te hace recordar y delicioso porque a pesar de todo podrías olerlo toda la vida y nunca te cansarías de él.

Desde hace cinco segundos que entro al mismo elevador que tu e inundo con su aroma cada milímetro de la estancia ¿Cómo lo sabes? No puedes explicarlo, no necesitas girarte para mirarlo, siempre te basto con percibir su olor varonil en el aire para saber que compartían el mismo espacio.

No quieres, te niegas, pero sin ser invitadas,  un millón de imágenes llegan a ti. Recuerdas las épicas batallas verbales que te permites de vez en cuando añorar,  esas platicas que terminaban hasta el amanecer, la forma en que involuntariamente ayudo a que tu corazón volviera a funcionar después de todas esas decepciones, los instantes que se te hacían infinitos mientras te rodeaba entre sus brazos…

Ahora ya le puedes poner nombre a la sensación que tienes instalada en el pecho, es esa sensación que se tiene al pensar en el hubiera, en la añoranza de lo que pudo ser y no fue, de lo que fue y no duro. Esa sensación de impotencia y coraje con la vida, por que después de tantas noches, recreando su olor, su rostro, sus ojos, extrañando su voz, cuando crees que lo has superado y que  de aquellos momentos sólo  quedan bellos recuerdos. 


Pero no porque entonces se aparece de nuevo y tu memoria, no tan preciada en estos momentos, revive en ti cada uno de los sentimientos que solo guardas hacía él. Te sientes tan miserable, estas condenada de por vida a extrañarlo y a recordar cada uno de tus insignificantes días a su lado.

Lo tienes tan cerca, que la memoria de tu cuerpo recuerda también su cercanía, sus caricias, la suavidad de su piel, lo fuerte de sus manos, la intensidad de sus besos… las promesas llenas de convicción que solo han quedado en palabras.
Si de algo ha servido el tiempo es que ahora puedes contenerte, aunque por dentro tus emociones y sentimientos se remueven como un huracán.

 Decides verlo, necesitas tener una imagen mas reciente de él, por eso volteas y lo ves en todo su esplendor y no lo miras porque  eso que tu haces no es mirar, es querer absorberlo con los ojos, llevártelo y no devolverlo jamás. Tratas de ocultar tu ansiedad y tu nerviosismo, esperas que la amargura que sientes no se refleje en tu rostro.


El tiempo, viejo amigo suyo le hace el favor de   verse  más irreal, más perfecto, más él,  mientras que tú envejeces cada día, ni siquiera el maquillaje puede ocultar las ojeras que se han vuelto una parte distintiva de ti como tu abundante cabellera.

Te volteas no piensas seguir torturándote, pues con esa visión ya tienes como para no dormir en veinte años, pero antes de esto lograste ver como te miraba, como si no te reconociera, como si no hubieras significado nada en su vida, sus ojos llenos de indiferencia te han dejado marcada, te sientes tan insignificante y lo único que deseas es salir corriendo de ahí, poner en orden otra vez tu vida.


 Sabes que en cualquier momento el agua de tus ojos saldrá y no se detendrá hasta que se acaben todas esas lagrimas reprimidas durante tantos años, la puerta se vuelve abrir y las otras dos personas que los acompañaban se bajan quedando sólo tú y él, de pronto quieres preguntarle tantas cosas que se quedaron inconclusas, pero reprimes ese impulso rápidamente sabiendo que solo eso te causara más daño que todos los años de ausencia. 


Respiras silenciosamente y esperas que esos cuatro pisos que aún faltan pasen muy rápido, llegas al piso deseado y sales con él detrás de ti, tratas de caminar con seguridad pero tus piernas no reaccionan como quisieras, llegas hasta tu oficina y te permites llorar por primera vez desde que se fue, te permites odiarlo y gritarle en tu mente lo infeliz que has sido estos años.

Dejas por primera vez caer las paredes que resguardaban tu corazón cuidándolo de no sufrir cualquier daño, te permites abrirte a nuevas posibilidades, a nuevos sentimientos.No quieres olvidarlo  sino enterrarlo en tu memoria, donde todo tiene olor a recuerdos.

Pao.

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